viernes, 11 de octubre de 2013

ATEOS Y CREYENTES

Para un creyente la no creencia en Dios le resulta tan inaceptable, tan excéntrica, que suele considerar al ateo como a un ser fallido, con una estructura síquica incompleta y trunca o, en el mejor de los casos, como alguien poseído por una locura transitoria que desaparecerá con los años, madurez, o con la proximidad de la muerte, miedo.

Un ateo piensa del creyente justo lo contrario. Un creyente es para un ateo alguien que ha convertido una época transitoria y fugaz, la infancia, en una categoría inmutable. La infancia es el reino del pensamiento mágico donde anidan todas las creencias; los reyes magos, el ratoncito Pérez, las hadas…y Dios, por supuesto.



Por eso cuando, a veces, me encuentro con creyentes que me hablan de su religión, no puedo evitar cantarles alguna canción de cuna.

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