Liberado por el destino de ganarse el pan con el sudor de su frente, se dedicó en cuerpo y alma a su cuerpo. Por la mañana temprano se hacía cincuenta largos. Tras un copioso desayuno, jugaba al tenis con los amigos. Después de una reparadora siesta, se iba al gimnasio para acabar la jornada laboral con un partido de fútbol en un campo grande. Un buen día se le ocurrió hacer el amor. A la mañana siguiente no pudo nadar. Su cuerpo estaba lleno de agujetas.
2 comentarios:
La falta de costumbre
Ironías de la vida
Publicar un comentario