Pintar o hacer obras en una casa significa ingresar en el caos. No tengo nada contra el caos cuando soy yo quien lo origina. Pero pintar o hacer obras en una casa significa ingresar en el caos del otro; pintor, albañil, fontanero… que hacen su trabajo en medio de un pandemonium de objetos y muebles que flotan como pecios de un naufragio. Hay mucha gente, amas de casa aburridas sobre todo, que están todo el día imaginando o haciendo cambios en la casa.
Cuando no una obra es la pintura, cuando no un cambio total de muebles y lugares, unas cortinas nuevas, unos muebles nuevos o una nueva figurita que poner en la atestadísima mesita vestida con faldón a juego con las cortinas y el sofá. Todo a juego. Ningún contraste, ninguna disonancia. Usan la casa como pretexto para comprar y estar la mayor parte del tiempo fuera jugando a las casitas. No dejan que la casa se repose como el arroz y vaya adquiriendo su propia personalidad. La casa lo sabe y se venga. Se vuelve incómoda, adquiriendo un aire circunstancial de exposición de tienda de muebles.
Cuando uno visita esas casas, la dueña tiene un aire indefectible de vendedora eficiente y autosatisfecha. Siempre bien visible la colección de revistas caras de decoración y moda. Particularmente esclarecedor como crisol de la personalidad de una casa es el dormitorio conyugal. Hay dormitorios cálidos y amables que huelen a sexo cocinado a fuego lento y hay otros de los que he huido espantado por la ausencia absoluta de actividad sexual. “Aquí no se folla y si se folla es con la luz apagada que es otra manera de no follar”, parece decirme una impoluta cama de matrimonio que no es cama propiamente sino catafalco sobre el que a veces pende un dios crucificado y mirón. ¡Qué triste crucificar a un todo un Dios y convertirlo en voyeur profesional!
Cuando visito alguna casa de ese tipo con cama de matrimonio impoluta al fondo, ganas me dan de desgarrar salvajemente el conjuntado vestido de la dueña, arrancarle a mordiscos las bragas y el sostén a juego y penetrarla sin miramientos. Pero esto es sólo un sueño de salvación donde yo mismo me arrogo el papel de benefactor de la humanidad. Lo más probable es que la señora de la casa sea un atentado contra la lujuria en cuyo caso no sueño y me largo en cuando puedo.
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