…Es muy cansado ser un escritor sin historia. Es muy doloroso no tener un cauce natural por donde discurrir y ser un aborto desde el primer párrafo. Por eso nunca hago la compra en ningún supermercado grande incrustado en medio de esos mastodónticos centros comerciales con cines y toda clase de tiendas que se repiten. Allí obtengo la medida de lo que no soy y nunca seré por mucho que asista al taller de escritura del escritor desconocido.
Tras insertar la moneda en el carrito y subir con él anclado a la escalera metálica, seré introducido en un mundo multicolor, amenizado por una música totalitaria que me acompañará hasta el supermercado grande. Intentaré hacer caso omiso de la librería que impúdicamente se me ofrecerá nada más entrar a la derecha y, en vez de dirigirme directamente a efectuar la compra que impedirá que mi familia fenezca de inanición durante una semana, me encaminaré como un autómata a mi perdición.
Cierto que jamás sentiré la tentación de comprar ningún grueso volumen de entre una multitud de novelas fabricadas como rosquillas. Sin embargo, siento un cosquilleo interior muy fuerte cuando cojo un ejemplar de la estantería y miro el número de páginas. Todas, desde la primera a la última, ominosamente destinadas a contar una historia que fluye naturalmente por su cauce. Entonces dirijo la vista hacia la página inicial para empaparme del primer párrafo que me libere de la angustia de las quinientas y pico páginas posteriores. Sólo entonces, tras una lectura detenida que confirma la justeza de mi juicio en cuanto a la ínfima calidad, puedo dirigirme hacia la sección de embutidos sin una pizca de mala conciencia.
Hasta que viene la noche. Durante la noche los sueños destruyen todas mis seguridades. Vuelvo entonces al carrito que vuelve a entrar en el supermercado de arriba, en la primera planta. El carrito, en realidad, no es un carrito. Es un perro que, con una fuerza descomunal, tira de mí hacia la librería de la entrada donde lo lleno frenéticamente de novelas gordas hasta completar un montón de carritos y formar un tren largísimo que dirijo con pericia de ferroviario hacia la caja más próxima. Allí me espera mi hijo con una enorme mochila que va llenando de libros mientras mi cajera favorita me dice: “Háblame como la lluvia y déjame existir”.
La lluvia onírica de la cajera se confunde con las lágrimas reales que derramo empapando el embozo de mi sábana mientras me despierto con una trepidación que me hace abrir los ojos y encender la luz de la mesilla para tener entonces cumplida cuenta de mi triste estado. He sido horadado, violado por mis vengativos sueños que no se conforman con que yo sea un escritor sin historia…
(Fragmento del cuento Un escritor sin historia, compuesto por el Porquero en este mes mayo con miras a escribir un libro de cuentos).
5 comentarios:
“Háblame como la lluvia y déjame existir”
La cajera de su sueño es una mujer exquisita con el lenguaje.
Para el primer párrafo de su cuento, se me viene a la cabeza el trocito de un poema de Pessoa. Entero, es muy cortito.
Reniego, lápiz partido,
Todo cuanto deseé.
Y no soñé ser servido
De ir a donde nunca iré.
Paje embutido en harapos
Del triunfo que otros tuvieron,
Yo podré amar estos trapos
Por ser cuanto a mí me dieron.
Sabré, príncipe mendigo,
Coger, con la buena gente,
Entre el ondear del trigo
La amapola inteligente.
No sé si viene bien a su lamento
Es que me gusta el poema.
Saludos
En mi cuento dice alguna cosa más en la misma línea pero lamentablemente sale poco.
A mi de Pessoa me gusta casi todo,en especial Alberto Caeiro.
¿ Sí?
I-Si es sí a lo del cuento,casi no dice nada a pesar de luchar durante por ser la protagonista de una historia de un escritor sin historia.En fin.
II-Si es sí a Pessoa,es uno de mis poetas preferidos.
El ¿Sí? era por Caeiro.
En fin.
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