
Colmo de la alienación:
Pagar por una prenda que lleva publicidad.
Autodefinición Informal. Con todo mi respeto, soy apolíticamente incorrecto. Mientras más viejo, más tierno me vuelvo y también más radical.
Al respetabilísimo ciudadano Pablo Pineda, modelo de superación y de esfuerzo, el festival de San Sebastián le ha concedido el premio a la mejor actuación masculina en la muy digna película “Yo, también”, donde se interpreta a sí mismo.
¡Evohé, Evohé!
Liberado ahora de toda trampa, tu mensaje llegó a mí a velocidad del rayo. De ahí la carcajada que estalló nada más verte en cómica quietud. No hubo un tiempo lineal, una sucesión lógica de claves que gradualmente me condujeran a la revelación. Tú, señor del tiempo narrativo, protector de los escribas, irónicamente desvelabas tu secreto en silencio. Cerrada tu boca, órgano exterior del tiempo, fue tu cuerpo quien habló.
¡Evohé! ¡Evohé!
Por otra parte, ¿no requiere la escritura de artificio que la aleje de la necesidad de nombrar lo primario? La gramática es sagrada pues refleja el rostro de los dioses. Por eso tú, dios entre los dioses, creaste el signo y esculpiste muros y paredes. (No sólo instituiste la escritura sino también la piedra). Así inventaste la inmortalidad de los faraones para construir pirámides y también levantaste otros dioses y otras pirámides para que los mayas, medidores del tiempo, predijeran los eclipses. En otros lugares fuiste aclamado Señor de las Seis Gramáticas. Durante un tiempo desapareciste para resurgir levantando inmensas catedrales que erigieron maestros de obra y arquitectos que dieron lugar a las secretas logias.
Siempre fuiste un conspicuo constructor de tumbas y héroes. De dioses también. Tú les pusiste sus nombres, estableciste sus orígenes y sus relaciones sin olvidarte de darles una muerte y una resurrección que los aproximara a los hombres y a su incesante angustia. A los más dotados de entre ellos les diste la ciencia para que prolongaran sus días y el arte para que pudieran calmar su sed de Absoluto. (Todo hombre, desde el más sabio al más ignorante, es consciente de su propia muerte. Sólo arte y religión ejercen de seguro lenitivo).
Muchos son los disfraces que adoptas y los juegos a los que te prestas. Los griegos lo llamaron ironía que significa distancia. ¿Habrá que decir que, en algún lugar del tiempo fuera del tiempo, tú mismo te inventaste bajo figura de babuino? También te hiciste esculpir en las catedrales practicando el vicio solitario en medio de solemnes esculturas. Así fue cómo te vi la primera vez sin saber que eras tú quien, con sonrisa simiesca, masajeabas el órgano otorgador de sentido. (Muchos años después depositaste en un naturalista la idea sobre el origen de las especies. Hombres y simios en parentesco esencial.)
¿Deberé añadir la estridente carcajada que salió de mí al verte en el museo británico? Nada más oculto que lo evidente. Nadie dirigió hacia ti la mirada, perdido como estabas en la espaciosa sala, pletórica de estatuas, nadie rió, nadie inmortalizó tu figura. Andaba todo el mundo en pleno agosto muy atareado en fotografiar figuras según los catálogos establecidos. Sin embargo ahí estabas tú, en frontal desnudez, ofreciéndome el mensaje sólo a mi destinado…
Probablemente cuando llegue a viejo no sea como los viejos que juegan a las cartas o al dominó. Me refiero a los viejos que ahora veo sentados en sus sillitas plegables alrededor de una mesa pequeña y blanca en medio del pinar. A veces, cuando me pongo las zapatillas de escribir, me gusta ir a donde el pinar para ver a la gente en domingo.
La isla donde los viejos juegan sin música de afuera está compuesta por la música de dentro que sale de los cubiletes del parchís, del choque de las fichas de dominó y de las bromas que continuamente se gastan unos a otros. De vez en cuando las islas quedan fugazmente unidas por los niños que juegan y vienen de no se sabe dónde.
Mientras recorro el gran archipiélago del pinar, me gustaría detenerme en el archipiélago solitario de los viejos, pero el pudor me lo impide. A veces pienso que lo mejor sería encontrar una excusa para hacer escala allí, pero no se me ocurre ninguna. Eso sólo puede significar que no tengo suficiente imaginación o que mi pudor es muy grande y no quiere que encuentre nada. Por ahora me limito a verlos desde muy lejos,a acercarme con rumbo seguro y a pasar casi rozándolos para que mis ojos se llenen de la imagen del niño que fui.
