lunes, 29 de julio de 2013

EL LLANTO

Todavía recuerdo con estupor la imagen de un portero de fútbol llorando y mirando al cielo para hacerse perdonar por el público un fallo que le había costado a su equipo un gol.
Hacía ya tiempo que llorar en público se había convertido en una coartada retransmitida y alentada desde todas las pantallas. “¡Qué emotiva y sensible se ha vuelto la gente! Mal asunto”, pensé.
Hoy, en plena crisis, una vez más leo en el periódico que alguien vuelve a asombrarse de cómo es posible que no hayan saltado ya todas las alarmas y la gente no esté en las barricadas.
Entonces me viene la imagen del portero famoso y millonario mendigando con su llanto la comprensión del público y a su lado una madre que, desde el fondo del tiempo, le dice: “Llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre”

(Traducción al lenguaje estúpido y políticamente correcto: “Llora como un niño@ lo que no has sabido defender como un adulto@”) 

jueves, 25 de julio de 2013

NIGHTAPE.

¡Cuántas coartadas intelectuales para disfrazar nuestra esencial condición de simios!
A menudo, en medio de la noche, me despiertan los gritos del simio que en mí habita o, lo que es peor, su estruendosa carcajada.

lunes, 22 de julio de 2013

SABIDURÍA.

Observar a nuestros semejantes con la minuciosidad y la paciencia de un entomólogo.


viernes, 19 de julio de 2013

FOTÓGRAFO DEL TIEMPO.



...Fue allí, en la distante habitación, donde fotografié el río grande con su puente viejo, huérfano de barcas de cadera ancha como a la que me subí por última vez, en pleno invierno, un día de piarda. Nunca se sabe del tiempo último por venir ni cuándo será la última vez en que uno, con toda la ignorancia, se sube a una barca. Lo sabemos todo del tiempo que pasó a pesar de las entremezclas sutiles de lo vivido y lo inventado, como le sucedió a mi padre, que se cayó por un hueco del tiempo y llamó por tres veces a la niña con la que jugaba cuando pasamos por su balcón mucho tiempo después.


Pero del tiempo por venir no sabemos absolutamente nada; no sabemos si espera agazapado y último a la vuelta de la esquina o extiende su cola interminable un poco más. Tampoco sabemos nada del tiempo de la postración última, cuando le damos la vuelta al tiempo propio y nos ponemos, comunes y definitivos, del lado de quien ya nada puede contar.  Por eso escribo. Porque necesito fotografiar el tiempo. He hecho de la rutina de fotografiar a mi padre con plazas, murallas o calles antiguas al fondo, un ritual del tiempo. Se me va a ir y yo seré el eslabón próximo que se irá tras él por sucesión natural y por natural jerarquía con respecto a mis hijos...

jueves, 18 de julio de 2013

AUTOBIOGRAFÍA

¿Que todas las autobiografías mienten? Sí. ¿Y qué? Nadie escribe contra sí mismo. Uno escribe para curarse o para absolverse.


lunes, 15 de julio de 2013

ORGÍA.


Acoso sexual recíproco, con sentido e indiscriminado.

viernes, 12 de julio de 2013

LAS DOS CIUDADES IV

...
Escribo esto e inmediatamente debo escribir que me hubiera gustado sonreírme por la boca con sonrisa franca de mañana de verano en la que siempre pienso cuando voy a visitar a mi padre. Desde la habitación contigua, me levanto con la idea del desayuno afuera, le doy un beso de buenos días en la frente, en medio de la almohada interminable, me ducho, me visto en un periquete y salgo a recibir el primer frescor. Es el único momento en que lo dejo solo con su bandeja del café, el zumo de naranja, el pan con aceite, el ajo y las pastillas, que deja puestas la noche anterior sobre la mesa junto con la servilleta y el hule del desayuno.

El resto del día me incrusto con toda naturalidad en él y en su rutina. Visitamos a mi tía, perdida desde hace tiempo en la desmemoria, nos vamos a hacer la compra a unos grandes almacenes, tomamos café, compramos cupones y nos damos una vuelta por la ciudad antigua mientras me cuenta su historia. A cambio yo le hago fotografías. Desde que mi madre no está, no sé por qué, le hago fotografías con fondo de murallas, puentes, plazas o calles estrechas con fachadas desvencijadas.
Me gusta mucho fotografiarlo de espaldas con las manos atrás, como si fuera un señor que pasara en el momento del disparo. Todo menos ponerlo forzadamente a mirar a cámara  posando para una posteridad de andar por casa.


Las fotografías de mi padre forman parte de un ritual que inicio con la primera fotografía en un bar de carreteras que tiene un jardín  con árboles donde nunca hay nadie. Siempre paro en el mismo bar cuando voy a la ciudad donde vive mi padre y siempre experimento la misma angustia de saber si el bar donde decido parar es el mismo y no me lo he pasado. Hay que desviarse de la autopista y recorrer unos metros para que el bar se aparezca como totalmente conocido e inconfundible. Una vez que desayuno en la barra, me voy  al jardín y me quedo quieto como un árbol, fumando un cigarrillo que comparto con la niebla cuando hay niebla o con la sombra que me sirve de refugio cuando aprieta el calor. 

Después hago las fotografías desde los ángulos habituales pensando en qué carpeta las voy a poner. No me aclaro nunca, porque me parece a mí que pertenecen más bien al viaje interior en que me adentro cada vez que voy a la ciudad de este lado de la frontera. Todas las carpetas con sus fotografías tienen nombres de ciudades, excepto una carpeta que es la caja de dulce de membrillo de mi madre... 

miércoles, 10 de julio de 2013

LAS DOS CIUDADES III



...Con los adelantos de hoy en día, no hace falta buscar fotografías en la caja de dulce de membrillo de mi madre. Tampoco  hay que ir al fotógrafo en blanco y negro de la  calle en cuesta que desemboca en  la plaza del Ayuntamiento donde trabajaron mis padres; ella de secretaria particular del señor alcalde, él, en diversos negociados, hasta acabar al final los dos juntos en un despacho pequeño; él dictando documentos y ella copiándolos en taquigrafía para pasarlos después a máquina y dárselos a firmar.

Muchas veces subí la calle de la cuesta hasta llegar a donde mi madre a que me diera un beso y, tras ser paseado y besado con estampación de carmín por todas las amigas de todos los negociados y secciones del excelentísimo ayuntamiento de la ciudad, nos íbamos a hacer la compra en el mercado de arriba, aprovechando la media hora del desayuno.
Otras veces me llevaba al fotógrafo a que me hiciera fotos de carnet, solo o con mi hermano.  Y con mis primos también, pero eso ya era por las tardes, para las fotos familiares en que nos poníamos a mirar el inexistente pajarito del señor sin rostro con cámara encima de un armatoste de madera y paraguas detrás y nosotros, delante de un fondo de columnas con montañas  y alguna nube; ellas con sus trenzas y sus vestiditos y nosotros con pantalones cortos, el flequillo tapando la mitad de la frente y una sonrisa obligatoria que nunca me salió.

En lo que se refiere a fotografías, siempre fui un niño sin sonrisa con cara de serio. Lo sigo siendo por fuera. Por dentro tuvo que venirme desde el océano lejano una brisa que hizo que me tomara las cosas con cierta distancia. Si no, no me explico esta conciencia de gota minúscula en la que me instalo con cierta facilidad cuando vienen mal dadas. Es más, creo que he aprendido a sonreírme con los ojos porque, extendiendo mucho la metáfora, una gota de océano podrá parecerse  a un ojo pero jamás a una boca.

sábado, 6 de julio de 2013

LAS DOS CIUDADES II

Nací poco después de la primera mitad del siglo anterior, que es una forma un tanto enrevesada de decir que nací en I954, pero es que no se me ocurre nada más preciso para expresar que poseo un alma de frontera entre la ciudad de este lado y la ciudad del otro lado encima de una loma.
La ciudad de este lado donde nací es atravesada por un río que pace lento hasta llegar al fin de la tierra, al otro lado de la frontera, que da a un océano inmenso.
La ciudad de la loma tiene también un pequeño río del que nunca me he preocupado saber a dónde va a parar, si es que va para algún sitio. A lo mejor sestea por allí y muere de cualquier manera. No lo sé. Nunca lo he sabido, pero creo que ya es hora de que aprenda la geografía exacta en la que se movió mi alma cuando pequeña. El caso es que los dos ríos, el que aparece en los mapas y el que de vez en cuando se me aparece por mi alma vieja, tienen sus nombres propios y mis recuerdos.
Son recuerdos de baños en verano y de crecidas en invierno. Recuerdos de puentes que atravesar y de murallas con sus puertas y sus torres. Más completas y enteras las murallas de la ciudad de la loma, más a trozos, con alguna puerta, la ciudad en donde nací….

viernes, 5 de julio de 2013

HOSPITALES DEL SUR.


Es cierto que jamás serán como los silenciosos hospitales del Norte. 


A veces son demasiado ruidosos y bullangueros. Lo que sí es seguro es que, detrás de una bandeja o una fregona, viene, irremediable, la alegría de vivir.